Voraz - Animales Hambrientos - Volumen 1 - Gabriela Orlandi

Sinopsis

Voraz es el primer volumen de Animales Hambrientos de Gabriela Orlandi. La voz de estos poemas se dice animal, vivo y lujurioso, despierta y oprimida, desnuda y en llagas. Así anda explorando el delirio de las palabras, el estallido del lenguaje. Hay un lugar protagonista donde sucede esta exploración: es en la boca, con los dientes, el paladar y la lengua activados para masticar la materialidad lingüística, ya sea como pedazos de carne o como manjares que hay que degustar. El animal poético sale a cazar: no le teme a la violencia (porque la opresión está en la lengua, en el género). No desdeña lo crudo, más bien desea ver qué se puede hacer con los restos, los fragmentos, con todo aquello que es despreciado por una visión estereotipada de lo que construye poesía. En lo animal, el cuerpo con sus necesidades (hambre, sexo, guarida) traza los recorridos, enciende esta voz que no va a frenar hasta traspasar la materia (capas y capas) y dejar a la intemperie eso (indecible) de lo que está hecha la poesía.

Karina Macció

+
sutura los labios
aquel cirujano
sutil brutal punzante

+
tomo mate en silencio
mientras peino
tu cabellera agusanada.

Gabriela Orlandi

Carnada - Animales Hambrientos - Volumen 2 - Gabriela Orlandi

Sinopsis

Animales Hambrientos despliega la Carnada. ¿Quién la muerde? ¿Quién o qué la constituye? ¿Quién la arroja? “El pez por la boca muere”, afirma el dicho. Abrir la boca, entonces, puede ser una acción en la que nos jugamos la vida. Así sucede en la prosa poética del mismo título que empieza: “Señor juez déjeme explicarle, yo soy inocente, acá hay un error”. Culpables o no, mordemos la carnada, o nos transformamos en ella sin saberlo. Si la fortuna nos beneficia, estamos del lado de quien puede usarla, porque la carnada es siempre una trampa, un engaño para atrapar algo. En estos poemas y relatos que Gabriela Orlandi trama, nos deslizamos entre voces y géneros, puntos de vistas y cuerpos distintos, pero en cualquier caso vamos por los bordes del sistema, tanto de la ciudad, como de lo civilizado, y en definitiva, por los bordes de la lengua. Una corvina para cenar pone en juego una relación; un niño colorado y pecoso se contempla en el baño, los objetos se animan y se cuela una escena violenta; en el tren Sarmiento, una chica es acorralada sexualmente. La carnada es móvil, los pronombres son variables, y las palabras pueden ser cebos. Frente a esto, la poesía actúa como ácido, deshace lo falso, deja al descubierto la manipulación. En esa operación logra revelar belleza en lugares impensados, ilumina en lo oscuro, y da voz a quienes el sistema deja mudos. Las palabras como huesos, despojadas de su posibilidad carnada, abren paso para nombrar de nuevo y componer otro sistema, más preciso, más justo.

Karina Macció

*

Tremenda mirada
agusanadas sonrisas
zigzaguea
implacable guadaña.

*

Comido por tu piel

tragué veneno
amargo
infierno revuelto
perdí
aroma

junto cenizas-frescas

ausente
en la helada nocturna

lamentos desquiciados
devoran
expresión
maniática.

Gabriela Orlandi

Ir-al-hueso - Animales Hambrientos - Volumen 3 - Gabriela Orlandi

Sinopsis

El sintagma “ir al hueso” me lleva a pensar un sentido que se abre al utilizarlo en distintas expresiones. Decimos, por ejemplo, “llegar al hueso” para referirnos a lo central de una cuestión, pero también podríamos usar “pelar el hueso” para aludir a la acción de quitar con la boca toda la carne, vinculada a los animales. El yo poético abandona representaciones frecuentes sobre la escritura de poesía, para dar lugar al inicio de una metamorfosis en cuatro capítulos: “la poesía tiene su belleza clásica, ni la recuerdo”. En este laberinto de situaciones under, es fundamental no sólo el hallazgo del cuerpo transformándose en animal, sino también que esta metamorfosis detonará la noción de espacio: “descubrir el espacio es una verdadera adicción a la fuerza poética”. Entendiendo descubrir como el acto de poner en palabras, ir-al-hueso desarticula las dicotomías cuerpo/entorno, adentro/afuera, humanos/animales, humanos/naturaleza, lenguaje/objetos. Así, no crujen las ramas silvestres, crujen las arterias; el yo golpea con el hocico y acaricia rumores; las palabras se pueden tocar y comer: “en migas de pan y letras pasamos la tarde”. En definitiva, esta transformación habilita un decir no domesticado, un correrse de los encasillamientos para terminar afirmando: “Llego empachada al hueso / ya pelado / descascarado / en pulsión / brota enérgica / soy un animal libre / aterrado que come / en una metamorfosis poética”.

María José Medei

*

+
Ya
fuera de casa
escapo con la imaginación
no soy nadie
oculta me hundo
en charcos de alcohol
escapan risas
sobre almohadas de hospital
en cada pitada
pregunto
qué vida dejé.

+
Erizada delicia
nos-comimos
sobre las sábanas del loquero
entre risas masticando fugazzeta
quedé hechizada:
en un duelo de medusas.

Gabriela Orlandi

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